viernes, 18 de junio de 2010

Mi nombre es nadie.




Alberto Lidoro Pérez se llamaba. Lo de Ulises fue una premonición quizás cruel de Luis María Raffetti, profesor de Matemáticas del Comercial n°8, en 1er año. La clase estaba en silencio, siguiendo la explicación. Lidoro (así le llamábamos todos) estaba claramente distraído, haciendo dibujos que no eran apuntes. Raffetti iba por la explicación del cuarto paso de una operación de suma algebraica, Lidoro dibujaba de memoria el escudo del Club Atlético Nueva Chicago en su carpeta, pero no le salía. De pronto la cavernosa voz de Raffetti se vio superada por el tremendo sonido de una sirena que provenía de la calle, quizás de los bomberos. Lidoro se sobresaltó tanto, que sin querer tachó el escudo de Nueva Chicago, pegó un salto que corrió el pupitre haciendo crujir las patas de hierro contra el piso de madera del salón, y quedó mirando aterrado al profesor, quien percibió todo el movimiento de inmediato. Dueño de la situación, tras un fugaz silencio expectante, Raffetti sentenció:


- Pérez, parece que usted es como Ulises, el de La Odisea: lo atrae el canto de las sirenas.


Y cómo todos conocíamos el episodio homérico (menos Lidoro, por supuesto), estallamos en risas, sorprendidos de la ocurrencia literaria de un profesor del área de exactas, quien, dicho sea de paso, se ganó el respeto entre el alumnado por su nutrida cultura general.

La cuestión fue entonces que le tuvimos que explicar a Lidoro en el recreo de qué se trataba la cosa, y a él le encantó adoptar el nuevo nombre. También le contamos lo de cómo Ulises deformó su nombre ante el cíclope. "Nadie, mi nombre es nadie", repetía el nuevo Ulises entre nuestras risas que lo incentivaban. A partir de allí, todo el mundo, en los casi cinco años de secundaria que quedaban, llamó Ulises a Lidoro, y él fue armando al personaje. Vago como pocos, pasó por la escuela estudiando casi nada y sin molestar a nadie. En los últimos años, es cierto, cuando volvimos a tener a Raffetti, éste reconoció que el nuevo Ulises tenía cierta aplicación en las matemáticas, se interesaba por la estadística, y había adquirido habilidades para el cálculo mental. Parece que la voz cundió entre otros profesores, quienes al menos cambiaron el concepto, y consideraron a Ulises como un alumno limitado, aunque esforzado. La piedad pedagógica no tiene a veces límites, y Ulises se recibió de Perito Mercantil un par de años más tarde que todos nosotros, pero se recibió.

Ah, sí, sí, lo de por qué fue premonitorio lo de Raffetti, claro. A Ulises lo atrapó el canto de las sirenas, de las sirenas de la policía. Se esmeró en dibujar hasta probar suerte como falsificador. Esa vez estuvo cerca de caer. Después dicen que se abocó a la estadística, parece que para aplicarla en estafas. Le fue bastante bien con una falsa agencia de cambio, según cuentan. Y esa vez no se salvó. Estuvo un par de años, salió y volvió a las andadas, siempre atraído por el canto de las sirenas, aunque parece que escapando de ellas con suerte dispar, como el de La Odisea..

No creo que alguna vez haya tomado muy en serio lo que le quiso decir Raffetti, ni que Raffetti, si vive, recuerde lo que alguna vez le quiso decir a él, pero como sea, la profecía se cumplió: a fin de cuentas, los oráculos antiguos eran misteriosos y siempre se concretaban de los modos más insólitos.


Ilustración: Rodrigo Acuña