Juan Filloy Murió en el año 2000, a la edad de 105 años. Vivió su breve vida integramente en su provincia de Córdoba. Fue contemporáneo de Borges, de Cortázar (quien lo meciona en Rayuela), de Mallea, de Saer, de Marechal, de Sábato, de Arlt ... Simplemente, de TODOS los grandes escritores argentinos del Siglo XX (y de los no tan grandes también). Tal parece que todos esos grandes escritores sabían de la existencia de este rara avis cordobés, que se empeñaba en publicar en sus pagos lo que por diversión escribía. Puede ser esa la razón de su falta de popularidad, o quizás lo poco prolífico de su obra: más de cincuenta novelas, todas con títulos de siete letras, y que están encabezados, al menos por alguna de las letras del abecedario (por cierto, como Cortázar, era adepto a los anagramas y las frases palíndromas, tenía una colección de miles de su propia cosecha). Puede parecer una falsa biografía borgeana, pero basta leer a Filloy para que Borges parezca un personaje inventado por él. Apropósito: no es fácil leer a don Juan, sólo tengo noticias de dos reediciones de sus novelas hechas por Losada en la última década: ¡Estafen! y la legendaria Op Oloop. Una editorial cordobesa, que lleva el nombre de esta última novela, y a la que no he podido ubicar ni por el mail ni por el teléfono que figuran en el libro , publicó Los Ochoa (la "ch" debe contarse como una letra, el título sigue teniendo 7), y pude milagrosamente, conseguirlo en Pilar. Prometo subir algo transcripto por mis propias manos en breve (no es pirateo, es desesperación por dar a conocer una obra magistral). De momento, acerco algo que se puede conseguir por Internet: un fragmento de Aquende, que para mí tiene especial significación, ya que pretendo escribir algún día una novela sobre el Combate de Carmen de Patagones, y según he podido observar tras una modesta investigación, Filloy fue el único que escribió sobre este episodio casi olvidado, que algún día resumiré, pero que puede reconstruirse a grandes rasgos en este fragmento del escritor cordobés. Hasta el día de la fecha no he podido conseguir, ni siquiera en bibliotecas, dar con un ejemplar de Aquende. Que yo sepa, la única manera de consultarlo es accediendo a la edición original de la novela, de 1938, para lo cual hace falta acreditarse como investigador avalado por alguna institución, para tener acceso a la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional Argentina. No pierdo las esperanzas de fraguar esa acreditación (no soy falsificador, pero conozco serios investigadores que quizás se apiaden de este humilde lector curioso y ayuden en mi causa). Mientras tanto, vaya esta muestra de humor, maestría literaria y erudición, ya que los datos y el episodio central que se cuenta, la historia del anillo, están registrados en las crónicas históricas. Se menciona también a Pincheira, quien fue un oficial español que se hizo desertor en la Revolución de Mayo, pasó a ser reconocido como cacique entre los indios, y luego terminó regenteando una banda de renegados indios y cristianos que asoló desde la Provincia de Buenos Aires, hasta San Luis y Santiago de Chile, donde finalmente fueron sometidos y ejecutados unos treinta años después de comenzar sus aventuras. En el relato también se habla de Corsarios y de gauchos renegados. Cada uno de estos personajes merece una historia aparte, como por ejemplo el Gaucho Molina (que ya es personaje de una novela y de una historieta), pero para eso esperen mi novela. Aunque el relato que les dejo, de tan magistral, desalienta todo intento de sorprender narrando una buena historia. Lo de Filloy es demasiado, así que lo comparto. Disfruten entonces de la pluma de este goliardo sin tacha.
Charanga:GESTA
FUE un trago largo, como un lazo. Pialó el acuerdo.
Y dijo:
–Mi padre llegó a Carmen de Patagones durante la administración del Comandante Oyuela.
El pillaje de los indios devastaba las colonias y las estancias de la frontera.
A base de robos y de comerciantes sin escrúpulos florecía la exportación de cueros y tasajo.
Mi padre era gaucho. Llevaba cinco “muertes” encima. Y entró a punto en el juego.
Porque entre reducidores, aventureros, corsarios y esclavos, el crimen es una ficha.
Los soldados que mandó la Primera Junta a sofocar la revuelta del año 12 se rebelaron el 19. ¡Todavía se oían los ayes del Gobernador y se veían las cabezas de los oficiales enterrados vivos!
Mi padre, corrido por la justicia, se encontró, a sí mismo, en la promiscuidad de los Aucas. Pues el gaucho que se asquea de la ley de los hombres regresa al instinto de la indiada.
Con ellos robó y mató a gusto, hasta que vino el gallego Pincheira. ¡Ordene, Oficial Pincheira! Y entró a su banda militarizada de forajidos: indios, gauchos y soldados desertores.
Mi padre dilapidó su parte de cuarenta mil vacunos "reducidos" a patacones en el Carmen. Hasta que los colonos cansados de pillajes se hicieron a su vez cuatreros y bandidos...
La emoción de bandidaje es una emoción bárbara, pero subyugante de la especie.
Arrasar, quemar; violar, matar; son cosas primarias que cobijan todas las almas.
Mi padre decía: quien degüella, desuella y... resuella. Y no tuvo asco: bestias, indios o cristianos.
Pero todo cansa. Y con una cautiva que rescató en Chile, merodeó por las orillas de Río Negro. Fuera del apero, su daga, sus piojos y su quillango, no tenia más que cicatrices.
Juntó cueros de zorros y plumas de ñandú. Pero la honradez lo acobardaba...
Se metió con los noruegos de una factoría de aceite. Y tuvo vergüenza del trabajo...
¡A él, que amaba los entreveros, le dolía matar focas a garrotazos en bahías desoladas!
Mi padre, el 26, entró a bordo de un corsario cuando estalló la guerra con Brasil.
Se curtió con sudestadas. Y se templó de nuevo en las matanzas de los abordajes.
Carmen de Patagones vivía el esplendor que da la plata del vicio y la rapiña.
Se hizo puerto libre y zona neutra. Se llenó de truhanes, putas y piratas: de vértigo y orgía. Los brasileros, hartos de ignominias y saqueos de corsarios, resolvieron hacer un escarmiento. Cinco navíos de guerra, del bloqueo a Buenos Aires, fondearon en las bocas del Río Negro.
Y setecientos hombres, bajo el mando de un general inglés, enfilaron hacia Carmen de Patagones.
La noticia apenó a todos. Entraban en la patria como el hacha en el árbol que se quiere.
Mi padre se enroló en la defensa. Defensa improvisada, de milicos, gauchos y tahúres.
Tenían de arma un espíritu de llama y de escudo solamente la tela de la faja y de la vincha. Cien jinetes en conjunto. Coordinaron el ataque con la astucia del indio y la rabia del desierto. Seis leguas separaban al invasor, de Patagones. Seis leguas de sed en un páramo de fuego.
Los infantes brasileños lo ignoraban. Conducidos sin cautela, se filtraron de cansancio en el camino.
Mi padre, entonces, abrió lucha de emboscada. Los sedientos bebieron sangre en sus heridas. Los demás, la lengua seca, se desbandaron como loros ante el huracán de los centauros.
En medio de una escaramuza, el brillante uniforme del general atraía la mirada.
Mi padre lo volteó de un balazo mientras sus huestes sucumbían por las cargas y la sed.
Y deseando con locura su uniforme, se precipitó sobre el general, a despojárselo.
Su cuerpo inmóvil cedía dócilmente. Ya casi desnudo, mi padre quedó bizco de repente.
¡Un anillo magnifico destellaba en su mano! En el apuro de tenerlo, le cortó el dedo de un hachazo.
Fue un ¡ay! horrible. El general, nada más que herido, simulaba la muerte por salvarse...
¡Pero la muerte vino sin piedad! Y mientras milicos y gauchos arreaban prisioneros, Mi padre le hundió la daga en el corazón; la revolvió como una bombilla en el mate.
Y ufano del anillo y la chaqueta, galopó sobre cadáveres a dirigir la columna derrotada.
Fuente: www.literatura.org/Filloy/jfTexto1.html
Sigan el vínculo, que hay otros buenos textos.
Charanga:GESTA
FUE un trago largo, como un lazo. Pialó el acuerdo.
Y dijo:
–Mi padre llegó a Carmen de Patagones durante la administración del Comandante Oyuela.
El pillaje de los indios devastaba las colonias y las estancias de la frontera.
A base de robos y de comerciantes sin escrúpulos florecía la exportación de cueros y tasajo.
Mi padre era gaucho. Llevaba cinco “muertes” encima. Y entró a punto en el juego.
Porque entre reducidores, aventureros, corsarios y esclavos, el crimen es una ficha.
Los soldados que mandó la Primera Junta a sofocar la revuelta del año 12 se rebelaron el 19. ¡Todavía se oían los ayes del Gobernador y se veían las cabezas de los oficiales enterrados vivos!
Mi padre, corrido por la justicia, se encontró, a sí mismo, en la promiscuidad de los Aucas. Pues el gaucho que se asquea de la ley de los hombres regresa al instinto de la indiada.
Con ellos robó y mató a gusto, hasta que vino el gallego Pincheira. ¡Ordene, Oficial Pincheira! Y entró a su banda militarizada de forajidos: indios, gauchos y soldados desertores.
Mi padre dilapidó su parte de cuarenta mil vacunos "reducidos" a patacones en el Carmen. Hasta que los colonos cansados de pillajes se hicieron a su vez cuatreros y bandidos...
La emoción de bandidaje es una emoción bárbara, pero subyugante de la especie.
Arrasar, quemar; violar, matar; son cosas primarias que cobijan todas las almas.
Mi padre decía: quien degüella, desuella y... resuella. Y no tuvo asco: bestias, indios o cristianos.
Pero todo cansa. Y con una cautiva que rescató en Chile, merodeó por las orillas de Río Negro. Fuera del apero, su daga, sus piojos y su quillango, no tenia más que cicatrices.
Juntó cueros de zorros y plumas de ñandú. Pero la honradez lo acobardaba...
Se metió con los noruegos de una factoría de aceite. Y tuvo vergüenza del trabajo...
¡A él, que amaba los entreveros, le dolía matar focas a garrotazos en bahías desoladas!
Mi padre, el 26, entró a bordo de un corsario cuando estalló la guerra con Brasil.
Se curtió con sudestadas. Y se templó de nuevo en las matanzas de los abordajes.
Carmen de Patagones vivía el esplendor que da la plata del vicio y la rapiña.
Se hizo puerto libre y zona neutra. Se llenó de truhanes, putas y piratas: de vértigo y orgía. Los brasileros, hartos de ignominias y saqueos de corsarios, resolvieron hacer un escarmiento. Cinco navíos de guerra, del bloqueo a Buenos Aires, fondearon en las bocas del Río Negro.
Y setecientos hombres, bajo el mando de un general inglés, enfilaron hacia Carmen de Patagones.
La noticia apenó a todos. Entraban en la patria como el hacha en el árbol que se quiere.
Mi padre se enroló en la defensa. Defensa improvisada, de milicos, gauchos y tahúres.
Tenían de arma un espíritu de llama y de escudo solamente la tela de la faja y de la vincha. Cien jinetes en conjunto. Coordinaron el ataque con la astucia del indio y la rabia del desierto. Seis leguas separaban al invasor, de Patagones. Seis leguas de sed en un páramo de fuego.
Los infantes brasileños lo ignoraban. Conducidos sin cautela, se filtraron de cansancio en el camino.
Mi padre, entonces, abrió lucha de emboscada. Los sedientos bebieron sangre en sus heridas. Los demás, la lengua seca, se desbandaron como loros ante el huracán de los centauros.
En medio de una escaramuza, el brillante uniforme del general atraía la mirada.
Mi padre lo volteó de un balazo mientras sus huestes sucumbían por las cargas y la sed.
Y deseando con locura su uniforme, se precipitó sobre el general, a despojárselo.
Su cuerpo inmóvil cedía dócilmente. Ya casi desnudo, mi padre quedó bizco de repente.
¡Un anillo magnifico destellaba en su mano! En el apuro de tenerlo, le cortó el dedo de un hachazo.
Fue un ¡ay! horrible. El general, nada más que herido, simulaba la muerte por salvarse...
¡Pero la muerte vino sin piedad! Y mientras milicos y gauchos arreaban prisioneros, Mi padre le hundió la daga en el corazón; la revolvió como una bombilla en el mate.
Y ufano del anillo y la chaqueta, galopó sobre cadáveres a dirigir la columna derrotada.
Fuente: www.literatura.org/Filloy/jfTexto1.html
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3 comentarios:
hola!
gracias x invitarme, seguiré pasando!
¡Con todo gusto! Bienvenida a casa y me alegro mucho de que finalmente hayan podido encontrarse con mi mamá. Esa es la magia de estos blogs. Espero comentarios y espero que lo disfrutes.
Qué relato!, dura vida, dura muerte. Como decías antes, es tan dificil definir la frontera entre la verdad y la mentira como el no cruzar la linea entre la lucha y el crimen. (cuidad de Mariel que es mi angel subterráneo desde amntes de Kerouac.) Besos, abrazos y aplausos.
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