viernes, 27 de junio de 2008

La puñalada



Ausencia, soledad, lo perdido,
un látigo castiga mi conciencia.

Nostalgia corrosiva
y tenaz
muerde mi espalda.

No tengo apuro,
pero las horas son
quienes corren,

cuando el tiempo se cierra
sobre sí mismo
como un abismo
en un bollo de papel,
o como una mano
al volverse puño.

sábado, 7 de junio de 2008

Que estás en la tierra


[Por aquél hermoso 8 de junio de 1990, de hace 18 años, hoy que la minoría de edad queda atrás, bienvenida mujer, que para mí siempre serás "esta nena" ...]



Hubo una vez en la que el tiempo
tejió una risa en nuestras vidas.
Digo que hubo porque fue antes,
aunque también sea una risa
que perdura,
y que nos despierta,
y que nos arrulla cada día.

Hubo una noche
en la que todo empezó,
y una suave bailarina
desde el vientre materno
decidió asomarse a nuestra historia.
Dormías en tu tibio y líquido universo,
y de pronto despertaste repentina y tormentosa,
como desde entonces siempre.
Todo estaba en calma al salir del consultorio,
más tarde los dolores, las corridas,
la aventura de nacer.
Y te vi llegar primero,
y guardé tus primeras imágenes
en la memoria y en la foto,
y como pasa en estos casos,
dejé de ser un poco yo
para ser nosotros
otro poco.

Bendigo aquella noche cada día
en tus inmensos ojos luminosos,
en las dispares armonías de tu voz
y de tu risa que corona gloriosamente las mañanas.
Bendigo tu vuelo libre
y cada uno de tus sueños
y todas tus alegrías,
y todos tus pensamientos,
así como maldigo
cada uno de tus sufrimientos.
Hija mía que estás en la tierra,
hoy glorifico tu nombre,
y los días de infancia que me diste,
y todo lo que me enseñaste:
aquella ternura de niña,
tu presente firmeza quinceañera.

Hija mía que estás en MI cielo,
hoy te digo que los padres siempre atrasan
y que sepas disculpar si al mirarte
veo a un duende de pómulos redondos,
de melena dorada,
y de ojos grandes como la felicidad:
así es,
los padres siempre atrasamos la mirada,
atrasamos el recuerdo,
vamos y venimos por el tiempo,
de una infancia a la otra,
y entonces voy y vengo,
de tus sueños a los míos,
del recuerdo al futuro,
y desde siempre al primero de los días,
a ese en que una risa
empezó a tejerse en nuestras vidas,
y se quedó para siempre,
y nos llenó de flores, de duendes,
de soles y de espejos,
y nos hizo mejores
y más puros y más buenos.

Hija nuestra que estás en la tierra,
tu memoria es nuestra vida eterna,
tu emoción es nuestro espejo,
tu existencia, nuestro camino de regreso.
Hija nuestra que hoy sos nuestra tierra,
gracias por los días,
por los colores nuevos que trajiste a nuestras vidas,
por la inocencia que recuperamos,
por todas las ilusiones
que nacieron y crecieron junto a vos,
por los recuerdos que compartimos,
por las nostalgias que vendrán,
y gracias también por querernos
más allá de lo que no hayamos podido darte.
Gracias por ser libre y por ser nuestra,
por ser dulce, por ser bella, por ser buena.
Y sobre todo gracias por descubrirnos
que a veces llorar juntos
puede ser algo hermoso.

Pilar , 1/10/05
FELIZ CUMPLEAÑOS

martes, 3 de junio de 2008

+++ Acerca de las condolencias +++

¿Qué hacer cuando lo único en verdad irremediable ya está consumado?

Hay quienes tienen el estómago suficientemente duro como para ser público fácil de velatorio. Hay quienes viven el espectáculo funerario como una obligación, la de consolar al deudo. Debo admitir que aunque corra el riesgo de hacerme fama de blando, no es mi fuerte el formar parte de ese público y rehuyo cobardemente el compromiso. Obviamente, me deprimen los velatorios por razones obvias, y su efecto me dura demasiado tiempo.

Es cierto, a veces podemos ser el bastón sobre el que otro se apoye en el trance más indeseable. Y allí estaremos escudando nuestra flaqueza en mostrarnos enteros para apuntalar a quien haga falta. Pero ¿qué decir?, si no hay palabra que pueda ante tanto silencio y ausencia. Vale el gesto, la presencia, la mano en el hombro, el favor que pueda presentarse si uno puede estar más despierto ante la pesadilla.

Pero la pompa funeraria puede ser para algunos ocasión de desplegar otro lenguaje: el del dolor de compromiso. La vida establece relaciones entre las personas, la muerte a veces las reconfirma, o replantea las relaciones con los vivos. Algunos sienten la necesidad de hacer visible y estentórea la condolencia: de eso viven las casas de arreglos florales, los fundidores de bronce, las agencias de avisos fúnebres.

Prefiero la sobriedad del gesto, el silencio acompañado de una mirada que cae al piso. Ni siquiera me es cómodo decir "lo lamento", ya que nunca será tan sincero como si lo dijera quien conocía al fallecido, y si fuera sincero, para qué decirlo. De todos modos, casi siempre es lamentable la muerte, dejando el casi para muy contadas ocasiones, en las que la muerte ajena sea un alivio para muchos otros: quiero decir que no lloraría la muerte Hitler. Pero, en fin, creo que nada hay que decir ante la muerte, que no sea palabrerío vano. La objetividad indica que hay que acompañar en silencio y atentamente a quien resulte más afectado, sin sobreactuaciones ni grandilocuencias que significarían un falta de respeto a la solemnidad y el vacío de esa despedida absoluta.

En síntesis, creo que cada uno tiene derecho a acompañar la muerte ajena con respeto por el deudo, pero sin compromisos ni actuaciones. No hace falta aclarar la seriedad de la cuestión, porque no es difícil ser considerado con quien pasó hoy por ese trance que un día nos tocará a nosotros. La consideración nace de nuestra propia conciencia de finitud, y eso es sagrado.

Y a propósito de eso... en cuanto a mí... Ya saben, aquél lejano día recuérdenme, no gasten en coronas, ni en avisos, ni en placas. Dilapiden en una buena fiesta, a la que lamentablemente, y por reales razones de fuerza mayor, no podré concurrir, pero ante el pequeño inconveniente, disfrunten por mí, como si la hubiera organizado yo mismo. Beban, coman manjares (no es bueno beber con el estómago vacío), bailen y ríanse de mis historias más graciosas. No me extañen, cuando no esté, los que me sobrevivan (porque espero que los haya) serán mi memoria, y forzosamente, estaré donde estén ellos. Gocen de la vida, disfruten de las almas y los cuerpos, y atrapen a la fugaz felicidad mientras dure. Y entonces, simplemente llénenme una copa vacía, y enciendan alguna llama por mí, que en una de esas...

En una de esas vuelvo a tirarle de los tobillos en medio de la noche al desgraciado que haya dado condolencias de compromiso por mí.

Lo lamento mucho.