sábado, 7 de junio de 2008

Que estás en la tierra


[Por aquél hermoso 8 de junio de 1990, de hace 18 años, hoy que la minoría de edad queda atrás, bienvenida mujer, que para mí siempre serás "esta nena" ...]



Hubo una vez en la que el tiempo
tejió una risa en nuestras vidas.
Digo que hubo porque fue antes,
aunque también sea una risa
que perdura,
y que nos despierta,
y que nos arrulla cada día.

Hubo una noche
en la que todo empezó,
y una suave bailarina
desde el vientre materno
decidió asomarse a nuestra historia.
Dormías en tu tibio y líquido universo,
y de pronto despertaste repentina y tormentosa,
como desde entonces siempre.
Todo estaba en calma al salir del consultorio,
más tarde los dolores, las corridas,
la aventura de nacer.
Y te vi llegar primero,
y guardé tus primeras imágenes
en la memoria y en la foto,
y como pasa en estos casos,
dejé de ser un poco yo
para ser nosotros
otro poco.

Bendigo aquella noche cada día
en tus inmensos ojos luminosos,
en las dispares armonías de tu voz
y de tu risa que corona gloriosamente las mañanas.
Bendigo tu vuelo libre
y cada uno de tus sueños
y todas tus alegrías,
y todos tus pensamientos,
así como maldigo
cada uno de tus sufrimientos.
Hija mía que estás en la tierra,
hoy glorifico tu nombre,
y los días de infancia que me diste,
y todo lo que me enseñaste:
aquella ternura de niña,
tu presente firmeza quinceañera.

Hija mía que estás en MI cielo,
hoy te digo que los padres siempre atrasan
y que sepas disculpar si al mirarte
veo a un duende de pómulos redondos,
de melena dorada,
y de ojos grandes como la felicidad:
así es,
los padres siempre atrasamos la mirada,
atrasamos el recuerdo,
vamos y venimos por el tiempo,
de una infancia a la otra,
y entonces voy y vengo,
de tus sueños a los míos,
del recuerdo al futuro,
y desde siempre al primero de los días,
a ese en que una risa
empezó a tejerse en nuestras vidas,
y se quedó para siempre,
y nos llenó de flores, de duendes,
de soles y de espejos,
y nos hizo mejores
y más puros y más buenos.

Hija nuestra que estás en la tierra,
tu memoria es nuestra vida eterna,
tu emoción es nuestro espejo,
tu existencia, nuestro camino de regreso.
Hija nuestra que hoy sos nuestra tierra,
gracias por los días,
por los colores nuevos que trajiste a nuestras vidas,
por la inocencia que recuperamos,
por todas las ilusiones
que nacieron y crecieron junto a vos,
por los recuerdos que compartimos,
por las nostalgias que vendrán,
y gracias también por querernos
más allá de lo que no hayamos podido darte.
Gracias por ser libre y por ser nuestra,
por ser dulce, por ser bella, por ser buena.
Y sobre todo gracias por descubrirnos
que a veces llorar juntos
puede ser algo hermoso.

Pilar , 1/10/05
FELIZ CUMPLEAÑOS