domingo, 20 de abril de 2008

Interrupciones



La primera escena comenzaría con un plano desde una cámara al ras del piso. Un living-comedor de piso de madera, que parece amplio por la desproporción del ángulo del cuadro. Sentado sobre el parquet un niño jugando con muñecos y un camión, muy enfrascado en una historia que va entretejiendo a cada instante en su imaginación. La sed de vivenciar lo inesperado, de ir escribiendo a cada rato lo que ocurre en su ensoñación, se traduce con sonidos estruendosos que dispara su boca, chasquidos de lengua y dientes, explosiones de moflete. Entran al fondo del cuadro las piernas de su madre, y se entreabre la puerta de atrás, que es la principal de la casa o departamento. Los sonidos del niño continúan, pero de fondo se escucha un diálogo de saludos cordiales. La voz lejana de la madre corta la animada fantasía infantil.

– ¡Chachi, vení a saludar a la tía Maruja!
El niño, apenas disimulando el fastidio, se aleja de la cámara corriendo hacia la puerta del fondo del cuadro, mientras la madre agrega:
– Después levantás todos los juguetes y terminás la tarea ¿Preparaste lo de la escuela para mañana...?

Corte a: un bosque, de día un lejano cantar de aves exóticas, sobre un murmullo de aguas cercanas. El sol se filtra en hilos dorados entre el follaje espeso. La cámara sigue a un joven, parecido al niño anterior, como si hubiera crecido. Viene con un largavistas, distraído, observando a las aves. Vemos a una serie de aves en subjetiva, hasta que algo llama su atención atrás, en la laguna sobre la que cae la cascada. Trata de enfocar y ve un cuerpo humano luchando contra el agua, ve a alguien ahogándose. Sin pensarlo corre, corre y en un instante infinito y confuso, llega hasta la orilla del lago. Ve a una joven hermosa, bañando completamente desnuda, quien no parece alterarse por su abrupta llegada. El se sonroja y asoma una disculpa tímida. “perdón, dice, me asusté, pensé que estabas en problemas”. Ella sonríe con infinita bondad y le dice “disculpame si te asusté, es que el agua está tan fresca…”, y se sumerge mostrando sus plantas de sirena, para emerger al rato asomando su cuerpo hasta la cintura, plateando con el reflejo del agua sus pechos de fruta madura, pegando a su frente y su espalda sus cabellos mojado como dulces serpientes dormidas. El deja los largavistas a un costado, se sienta para sacarse los borceguíes, y en unos pocos manotazos se desnuda casi por completo. Ella lo espera, es se mete y nada, el agua está apenas un poco más fresca que la temperatura de su cuerpo, y tiene la densidad de las sábanas recién lavadas y perfumadas. Se desliza hasta alcanzarla, la siente tibia y suave en el abrazo. La boca de ella respira junto a la suya, y el sonido turbio del despertador lo sacude. Se despierta para ir al colegio mordiendo y golpeando la almohada por un sueño que muy pronto olvidará.

Corte a: plano aéreo de un estadio de fútbol repleto. Al acercarse a la tribuna, la cámara encuentra al joven, quien ahora aparenta unos treinta años, es decir, no está surcado por arrugas más que en la frente, que ha crecido un tanto a causa del implacable avance de la alopecia. El hombre grita entusiasta, se lo ve inspirado, disfrutando del espectáculo. De pronto algo parece llamar la atención a sus espaldas. La cámara muestra disturbio en la parte más alta del estadio. Se ve al árbitro señalar la suspensión. Luego de un instante vemos al hombre regresando por una calle, tirando en un tacho de basura la corneta que había llevado a la cancha.
Mientras el hombre se aleja caminando por calles desiertas, una leyenda sobreimprime la imagen:

“¿Te parece una historia demasiado simple? Con esta misma idea Orson Wells hizo la mejor película de todos los tiempos.”

Y en letras más grandes, la leyenda final:

“Las interrupciones frustran historias, pero generan otras. Tu vida es lo que pasa en el medio.”

Y agrego ¿A quién puedo venderle este guión?