Todo es olvido, hasta incluso la memoria, y la mentira trata de llenar los huecos de ese olvido. La verdad y la mentira se hermanan en la historia, entonces es absurdo preguntarle la verdad a la historia, porque la historia es la memoria tejida por débiles hilos de inexactitudes, imágenes confusas, falsedades y malas intenciones; las muchas formas de la mentira, a quien le pedimos que simplemente se parezca a la verdad, que en fin sólo es lo que nos parece ser verdad.
La historia que contaremos es mentira, porque en parte fue verdad. La historia que contaremos es un retazo del olvido, un hilo suelto anudado con fantasías. La historia que contaremos nunca ocurrió tal cual como aquí se cuenta, porque una cosa son los hechos y otra las historias. La historia que vamos a contar es Historia y es Mentira, porque sus personajes en parte no existieron, pero seguramente lo hicieron en algún tiempo y en algún lugar que no fueron estos, pero en este espacio y este lugar pueden haber vivido, y entonces empiezan a existir.
Mentira, olvido e historia, y un espacio para el recuerdo de lo que no fue y lo que pudo haber sido. Memoria, recuerdo y el tiempo, y dónde. Fragmentos de la memoria que se puede estar perdiendo. Hombres y mujeres en un país que no es país, un pueblo aislado del resto de ese país que aún no es país; un pueblo y un río cercano al mar, que crece y arrasa, que baja y que encalla; un río de canales invisibles que sólo navegan los expertos, un río que para pocos es camino. Un pueblo cercado por un río y por salvajes amistosos, aunque nunca se sabe, aunque parezca que se sabe. Un mar de mar, cercano aunque algo distante de un lado; un mar infinito de lanzas al otro lado; lanzas amigas a veces, enemigas de todas las demás lanzas las otras. Un pueblo de olvidados, que sólo puede sobrevivir con la mentira que se inventa cada día, sin pasado, sin salida, de futuro impensable, de presente. Y en el espacio del olvido, hombres altos como sus lanzas que fueron confundidos con gigantes por los antepasados de los que unos años atrás fundaron ese pueblo al que bautizaron con el nombre de una virgen y el de un mito. Un pueblo cruza de virgen y de mito al que llamaron Carmen por la una , de Patagones por lo otro; un nombre como todo nombre, hecho para el recuerdo, el hilo más fuerte que resiste al olvido. Porque lo nombres resisten, porque la frágil memoria humana no puede recordar algo que no tiene nombre, y sólo perduran los nombres, con un significado que arrastra al recuerdo de lo que no necesariamente sea verdad. Nombre de virgen como ese país que aún no tiene nombre, nombre de mito para construir un espacio de cazadores de aventuras, ese tipo de historia que más que ninguna otra, necesita de la mentira.
Porque esta historia es tan falsa, que por ello es más verdadera.
Y los hombres: los de cerca son del mundo más lejano que tanto esperó a que lo descubrieran, son los últimos hombres quizás, en poblar la tierra; y los otros hombres, los lejanos de allende el mar, los de más al Norte, que vinieron a dominar, los que hablan la lengua de los poetas, los que conocen ambos polos navegaron todos los mares, y los que nacieron en la jungla imposible y vinieron a descubrir América encadenados. Y las mujeres, duras como la tierra seca, blandas como la arcilla del Río Negro, gentiles como las tardes de primavera, imprevisibles como las crecientes, negras como la noche, hermosas como el pecado. Mujeres para cada hombre, para los del mar y los de la tierra, para los de las salinas cercanas, para los de recuerdos demasiado lejanos. Y también, hombres para los que no hay mujer alguna. Mujeres bien dadas al abrazo de todos los brazos, mujeres que calman la sed, y otras que la dan. Mujeres que dan hijos y otras que dan placer; hombres que hacen hijos sin placer. Y otros hombres y mujeres nacidos del amor sin placer y del placer sin amor. Así será el Carmen de Patagones de Río Negro en el que quizás nunca haya ocurrido esta historia que quizás en parte sí haya ocurrido, y quizás sea como las hilachas de aquellas banderas cortada en tiras, que dicen que unos héroes casi anónimos que quizás se parezcan a estos, supieron arrancarle al imperio invasor.
Y porque las fechas son el nombre que le ponemos al tiempo, diremos nada más: un 7 de marzo de 1827.