jueves, 11 de septiembre de 2008

Palabras recortadas y dispersas alrededor de Macedonio, para un día del maestro.



[A manera de proemio, consideraciones sobre el día del maestro en Argentina]



En nuestra Argentina, se suele conmemorar la muerte, y a manera de irónico homenaje, hoy es el Día del Maestro por ser el día de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento. Me es difícil derramar palabras elogiosas para un personaje que más allá de su ímpetu, de sus convicciones y su obra educativa, alguna vez le escribió a Mitre que no ahorrara sangre de gaucho en la batalla, por ser "un excelente abono para la tierra". Los años, el Billiken, y las maestras reproductoras del sistema, han convertido la estampa de este anciano (que alguna vez fue joven) gruñón, fumador compulsivo, mal hablado y mujeriego, en el cliché del "padre del aula". Figura polémica, "hombre moderno" de su época, fanático hasta la ingenuidad del "progreso europeo", incondicional devoto de un positivismo devaluado en racismo imperante en la época, enemigo acérrimo de todo lo que representara la cultura americana (¿los separatistas-elitistas-racistas bolivianos habrán leído el Facundo?), Sarmiento es una figura ineludible de nuestra historia, que si bien no merece ser borrada de los manuales -el olvido y la desmemoria son la mejor estrategia de la repetición-, sí merece, al menos, ser revisada críticamente, antes de seguir alimentando al cliché.
Como docente que soy, creo que tenemos derecho a reconocernos este día, más allá de las causas que lo hayan instituído, y a falta de otra fecha, tomemos a ésta, aunque sea por tradición. Lo que sí podemos reservarnos, es la elección de otros modelos de maestros que seguir, después de todo, son los discípulos los que suelen escoger. Y entonces, elijo a Macedonio como contrafigura Sarmientina, por ser un hombre nacido en el siglo XIX, pero de decisiva influencia en el XX y lo que va del XXI, que sigue transitando el camino de las vanguardias estéticas, esas a las que Macedonio, sin haber abrazado nunca oficialmente, tanto contribuyó a alimentar en nuestro ámbito. Macedonio fue maestro (además de amigo propio, heredado del padre), de Jorge Luis Borges, y su influencia pasa por Cortázar y sigue andando nuestros días. He aquí, entonces este sencillísimo homenaje.



[Primero, la voz del maestro:]




HAY UN MORIR

No me lleves a sombras de la muerte
A donde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.


[Luego, la voz del discípulo:]



PALABRAS DE BORGES ANTE LA TUMBA DE MACEDONIO FERNÁNDEZ

Intimos amigos de Macedonio fueron José Ingenieros, Ignacio del Mazo, Carlos Mendiondo, Julio Molina Vedia, Arturo Múscari y mi padre; hacia 1921, de vuelta de Suiza y de España, heredé esa amistad. La República Argentina me pareció un territorio insípido, que no era, ya, la pintoresca barbarie y que aún no era la cultura, pero hablé un par de veces con Macedonio y comprendí que ese hombre gris que, en una mediocre pensión del barrio de los Tribunales, descubría los problemas eternos como si fuera Tales de Mileto o Parménides, podía reemplazar infinitamente los siglos y los reinos de Europa. Yo pasaba los días leyendo a Mauthner o elaborando áridos y avaros poemas de la secta, de la equivocación, ultraísta; la certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar las semanas. En el decurso de una vida ya larga, no hubo conversación que me impresionara como la de Macedonio Fernández, y he conocido a Alberto Gerchunoff y a Rafael Cansinos Assens. Se habla de la irreverencia de Macedonio. Este pensaba que la plenitud del ser esta aquí, ahora, en cada individuo, venerar lo lejano le parecía desdeñar o ignorar la divinidad inmediata; de ese recelo procedieron sus burlas contra viejas cosas ilustres.

[Y otra vez, el maestro]

AMOR SE FUE

Amor se fue; mientras duró
de todo hizo placer.
Cuando se fue
nada dejó que no doliera.



CREÍA YO

No a todo alcanza Amor, pues que no puede
romper el gajo con que Muerte toca.
Mas poco Muerte puede
si en corazón de Amor su miedo muere.
Mas poco Muerte puede, pues no puede
entrar su miedo en pecho donde Amor.
Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.

[Y por último, el irreverente aunque modesto homenaje personal, a manera de antigua glosa]


Olvido en ojos mirantes
Por y para Macedonio, claro.

Sobre la piel del olvido
transita
una gota de silencio
que se vuelve abismo.

Mirada de párpados cerrados,
ojos que duermen de día
y hacen noche la vigilia.


A.L., 11/09/08