martes, 23 de agosto de 2011

El motivo verdadero

Estábamos los tres, Meneses, Maidana y yo,  en un rincón del fondo de la sala, hablándonos en voz baja después de veintidós años sin vernos. La circunstancia no parecía quizás la más apropiada para contarnos sobre nuestras vidas en ese tiempo, pero el hecho de ser los únicos conocidos entre nosotros nos retenía allí, arrancándole palabras a la atmósfera circunspecta que nos rodeaba. Rompí el silencio con poca originalidad:

- Yo todavía no salgo de mi asombro, me parece increíble… -comenté.

- ¿Cómo fue? –interrogó Meneses. Maidana se mostró un poco más informado que Meneses y yo , y respondió:

- Parece que hacía algún tiempo que estaba con problemas de salud, pero no decía nada, vieron como era, así de obstinado y escéptico, quizás le restó importancia y se dejó estar. O vaya a saber si se lo veía venir y no quiso restarle tiempo a la investigación. Para colmo, parece que estaba trabajando en un tema formidable relacionado con el cálculo probabilístico, y no debe haber querido perder el tiempo… Finalmente fue algo repentino, sin que lleguen a saber qué era…

- ¡Que increíble! – acoté-, siempre tan coherente con su pasión, cuando investigaba era un obsesivo, un devoto ¿Se acuerdan cómo nos hacía seguir sus observaciones y razonamientos en clase?

- Yo confieso que me perdía por el camino en sus devaneos – dijo Maidana-, pero con los años me seguí acordando de lo que decía, y al razonarlo con la luz de una mayor experiencia comencé a comprender lo que intentaba hacernos ver. Un genio único, una inteligencia aguda y singular. Y un ser humano humilde, cálido y comprensivo, algo difícil de encontrar en estos ámbitos. Yo sentía una gran admiración por él, fue un modelo para mí.

Meneses había permanecido todo el tiempo después de su pregunta en silencio, ensimismado, mirando el piso. De pronto reaccionó.

- Para mí fue mucho más que eso, yo lo amaba…

Confieso que tanto Maidana como yo nos quedamos desconcertados por el término que utilizó para definir su devoción. Y más aún cuando agregó:

- Lo amaba con todo mi corazón. En realidad, siempre lo amé, desde aquella primera clase…

El desconcierto se nos hizo aún mayor, la cosa parecía derivar peligrosamente hacia el lado de la confesión. Y hacia allí nos abismamos cuando finalmente Meneses, con su profunda voz grave y viril confesó en un suspiro …

- Hace tres años me lo reencontré en la Academia. Se mostró muy complacido de volver a verme, y finalmente, pasó lo que tenía que pasar… Vivimos un amor muy intenso, él era tan apasionado en la intimidad como en su trabajo…

Pude ver claramente la espantosa expresión de horror que Maidana no pudo disimular, como si de golpe se la hubiesen grabado en la cara con un hierro candente. El inesperado giro de la conversación me puso tan nervioso que casi lanzo una carcajada, pero por suerte pude dominarme, sabiendo que hubiese sido una ofensa imperdonable tanto para Meneses como para los deudos.

- Lo que pasa es que nuestra relación mientras duró fue muy… carnal, digamos, y nunca fuimos muy cuidadosos. Y para colmo, no se sabe bien de qué murió. E imagínense que no le voy a preguntar eso a la viuda. Esa yegua …

Y de golpe calló como conteniéndose

- Perdón –agregó Meneses como volviendo en sí -. Perdoná di Lorenzi, perdoná Carlos, sé que no es el lugar ni la ocasión, pero es que…

Y al callar abruptamente hizo que cada uno de los segundos que transcurrieron desde entonces duraran una insoportable eternidad. Yo no supe qué decir, Maidana menos todavía, mirando desde hacía un buen rato a la viuda, visiblemente consternado. Lo que siguió fue un predecible balbuceo por parte de Maidana.

- A veces… es increíble… las cosas se dan de una manera … no sé … qué terrible … en fin… Bueno , muchachos, me tendría que ir, la verdad es que quise pasar un rato…

- No claro, se entiende… - agregó Meneses sumando incomodidad .

- Un gusto …

Y nos saludó con un apretón de manos, que fue claramente más a la distancia, y casi como queriendo soltarse lo antes posible de la mano de Meneses. Cuando se apartó un poco, mientras Maidana saludaba conturbado a la viuda, para luego retirarse, le dije a Meneses en un tono confidencial, sin poder mirarlo a los ojos:

- Veo que seguís siendo el mismo hijo de puta, bromista pesado de siempre…

- Y, negro, hay vicios que no se pueden dejar atrás. Pero qué querés que te diga, este tipo siempre fue un pelotudo, y para colmo, me la dejó picando. …

- Pero no tenés límite ni respeto, ahora éste se fue pensando que Bruneleschi…

- Lo que me dio bronca es que dijera que lo marcó y que lo entendió con los años. Nunca le prestó atención, nunca entendió nada, sigue siendo el mismo idiota pretencioso de siempre. Fijate que nunca le prestó atención a la teoría de Bruneleschi sobre la mentira: siempre se construye sobre verdades parciales; se puede mentir en la cara del otro en base a la información fraccionaria y real que él mismo te proporciona. Tomalo como un homenaje al gran maestro.

Escuché claramente, aunque me dí cuenta de que por fortuna fui el único, ese sonido que hacen los cambios de un auto cuando no entran, ese sonido que se nos escapa cuando contenemos la carcajada. Y ambos bajamos la cabeza y nos llevamos instintivamente una mano al rostro, y lloramos con angustia contenida, sin que nadie sospechara el motivo verdadero.