viernes, 26 de septiembre de 2008

Ellas mismas

Ellas aman más en la mirada que en la carnalidad.
Pueden desgarrarse ardiendo en el roce interior de su fuego,
pueden jadear sedientas en el abrazo húmedo de la pasión,
pero en la mirada distraída que se encuentra como el aire
con el rostro amado,
ellas se escapan, cuelgan campanas en todas las ramas,
esparcen flores blancas de cerezo en los caminos,
tiñen de carmín los pétalos empalidecidos por la madrugada,
soplan celeste al cielo,
barren la vereda, la lustran y cantan mientras bordan sueños,
se elevan, cascabelean los dedos como gotitas de rocío,
y encienden violines en el horizonte del mañana.


Ellas lloran siempre, lloran de alegría, de distancia, de ansiedad,
lloran de risa y de ebriedad, de música y de bronca,
lloran de estrellas y de pájaros violentos, de úteros y ovarios,
de impotencia y de furia, lloran de amor y de ternura,
lloran de vibrar, de lágrima y por dentro, y hasta lloran sin llorar.

Y a nosotros nos fastidia, nos baja la guardia, nos hace huir,
nos enoja, y nos fascina consolarlas,
acudimos al abrazo como el cielo limpio a su jornada.





Ellas nos sueñan, se entregan y festejan nuestras nimiedades,
nos endiosan, nos esperan, nos atienden, nos exhalan,
pero también, si las desencantamos, si las lastimamos,
se van dando portazos que gritan eternidad.
Ellas bajan la cabeza y dicen basta, se callan y hacen
estallar al silencio más blanco y atroz del nunca,
porque jamás olvidan nada, cada detalle les pertenece,
no hay cosa que habite el mundo que sea ajena a su mirada,
cuando les sangra el alma, despliegan alas de girones,
barren pétalos, rompen ramas, queman lilas y azucenas,
ponen nubes en el techo, pintan noche en las paredes,
aúllan ciegas como lobas perdidas que sangran de muerte,
y se hunden en la tiniebla del olvido,
en picada,
como aves torvas y sin patas, condenadas a volar.


A.L. Pilar, 26/09/08, 13.20 hs.