viernes, 9 de julio de 2010

Entreaño





Yo no sé por qué razón, pero la abuela Eve cada vez que se mama, se envenena el pico. No sé si lo hace seguido cuando está a solas, yo la veo cada tanto, tal vez unas cuatro o cinco veces al año y está sobria, pero es fija que se mama para año nuevo. A veces pienso que mi viejo tiene un resentimiento oculto con la abuela Eve, y es por eso que la invita, sabiendo que va a chupar y va a dar vergüenza ajena. Pero aunque no la pase bien, mi viejo insiste año nuevo tras año nuevo en que pasemos todos juntos esa fecha, y yo no puedo zafar porque es tradición familiar. Papá es el que manda para año nuevo: tiene una pequeña empresa, a la que todos le rajamos, por eso sólo lo acompañamos ese día. Y entonces, la organización del evento, a todo trapo, corre por cuenta de Cuquín, el "hijo adoptivo" de papá, su mano derecha, que es el único que le da pelota a la empresa, y seguro que cuando papá no esté, va a ser él quien la dirija, y está bien, porque ni a Chito ni a mí nos gustó nunca la idea de meternos en el negocio de los bulones. Pero como Cuquín insiste en que el galpón de la planta está bueno para la celebración, terminamos reuniéndonos ahí, y será por el ambiente, pero a la abuela Eve se le envenena el pico. Y al final, siempre nos caga la noche. A papá le da vergüenza ajena, pero como Cuquín insiste y no puede dejar de invitar a la abuela Eve, que vive sola, termina invitando a todo el mundo. Al llegar es la de siempre, pero en la cena empieza a empinar el codo y a ponerse agresiva con mi viejo:

- Raimundo, ¿por qué seguís siendo tan amarrete y no comprás un vino mejor? Siempre el mismo amargo vos ...
- ¡Mamma!- le contesta papá, y cambia el tema.
-¡Mamma, mamma! Siempre el mismo pelotudo vos, igual que tu padre...

Mientras la tía Irma, la hermana de mamá, codea al  tío Andrés subrayando la última frase, el sonido del corcho de una sidra aporta el momento justo para cambiar el clima, lo más rápido que se pueda. Igualmente, la tranca de la abuela Eve todavía va por la mitad. Veinte minutos más tarde criticará la comida de Irma (que siempre es mala para sus dientes y el pancreas), los manteles viejos, y se las agarra con la señora de Cuquín, o la prima flaca, lo mismo da.
Exactamente a las doce, con el comienzo del año, la abuela Eve dirá:

-¿Qué carajo festejamos?¿Un año menos de vida? ¡Tachen, tachen el almanaque, ingenuos, que la tumba nos espera!

Nadie le dirá nada, porsupuesto, la Eve en pedo parece saber que goza de la impunidad que dan los años. Y no faltan cinco minutos para que le diga a mamá que está más gorda y descuidada que el año pasado. Ya para las dos de la mañana, la abuela eructa estrepitosamente alcohol, como un marinero noruego.
Cualquiera diría que es una vieja de mierda. Pero en el entreaño no habla nunca, teje pulloveres en invierno, mira telenovelas, cuida su jardín y prepara dulces en verano, siempre suspira y recuerda en silencio, entre amarillentas fotos del pasado. Va a los médicos con entrega, hace la cola para cobrar su mísera jubilación aunque nieve o tiemble la tierra, escucha en silencio la radio con sus fatales noticieros, entregada  y sin comentarios, se hace la comida con la hornalla de gas al mínimo, duerme sin estufa con la bolsa de agua caliente y una frazada que tiene más de cuarenta años, junta monedas y nunca pide nada a nadie.
La abuela Eve es adorable, pero yo no sé por qué el viejo le llena la copa en año nuevo, es como si la desnudara en público.
Para mí que tiene razón ella, debe ser ese vino berreta que le compra mi viejo todos los años al turco Nasiff. Ahora que lo pienso, yo también tomo dos copas y tengo ganas de pasar el año nuevo en otra parte, lejos del viejo, de la vieja, de la tía Irma y el tío Andrés, de Cuquín y su familia, de Chito y Betty, y hasta incluso, de la abuela Eve. O quizás, hasta me vienen ganas de matarlos a todos en algún momento de la noche. Pero después, a la final, nos cagamos de la  risa, y no está tan mal el año nuevo.
Salvo por el vino, claro, salvo por el vino....