lunes, 8 de septiembre de 2008

Inventario anti-tao



La huella que deja tu bota en la lluvia,
tu boca diciendo “ahora”.
Pensar el invierno, cuando es verano,
soñar la primavera
una mañana húmeda de otoño.
El viento despeinando la melena suave
de una enamorada.
Los ojos de una gaviota,
ser otro de vez en cuando.
Escapar por calles sinuosas
a plena luz del día,
injusto ladrón inocente
de nada.
Decir gracias,
la risa hasta las lágrimas,
el vértigo de la alegría.
Tener veinte años,
y no saber cómo gastarlos.
El calor de tu mano en la oscuridad,
tu mirada al despertar.
Ver un diamante en el cielo
y detenerse.
Las manos de una abuela
amasando pan,
las mejillas encendidas
de un niño asombrado.



Y también tu huella
aplastando a ese insecto,
tu huella huyendo en la lluvia.
(te veo irte sin verte).
Tu mano helada y distante,
despertarse ciego,
y los niños muertos.
Detestar al invierno en el invierno
y al verano en primavera,
y al otoño que no llega.
La enamorada con su melena sucia,
la gaviota ciega,
tener que ser el mismo,
tener que seguir actuando,
y de vez en cuando me atrapan.
El grito desgarrador,
decir muerte, y que se haga.
El vértigo de la tragedia,
ver el tesoro y despreciarlo.
Tener noventa años
y más de cien rencores.
Y las manos de un chico
que estrangulan a otro chico.
Y tu boca gritando “nunca”,
y el mundo sigue vomitando.





A.L. Pilar, 08/09/08 21.50 hs.