El Ingeniero Aldo Moustache, oriundo de San Justo, Provincia de Buenos Aires, fue una injusta víctima de la ciencia, y a la vez, de la incomprensión humana hija de una paradoja del tiempo al que él mismo le dedicó su vida. Moustache fue un obsesivo por ese tema, desde su más tierna infancia planteaba a sus mayores sencillas preguntas sin solución, tales como cuándo comenzó el tiempo, y cuándo va a terminar. Algún tío, ex seminarista, le recomendó la lectura de las Confesiones de San Agustín, hablando del tiempo de los hombres y el de Dios. Las especulaciones del filósofo africano fueron un latigazo en su joven conciencia nacida tan sólo una década humana atrás. La idea de que el tiempo divino no podía ser tan limitado como para dividirse en pasado, presente y futuro, y que por lo tanto Dios vivía todos los tiempos en uno, sin la sucesividad del tiempo humano, lo deslumbró y cambió el rumbo de su existencia hacia una fantasía que habría de transformarse forjada por el estudio y la investigación en una teoría científica. Curiosamente, el muchacho se formó en un férreo ateísmo que se fortaleció elevando a la ciencia al rango de fe religiosa.
El joven Moustache fue un alumno universitario precoz y brillante: terminó la escuela secundaria tres años antes de lo normal, e ingresó en la carrera de Física de la Universidad Nacional de La Plata a la edad de 15 años. Completó sus estudios graduándose con honores tan sólo cuatro años más tarde. Investigador de post-grado a los 19 años, Moustache continúo el cursus honoris previsible y se recibió de Doctor en Física a los 22 años. Al mismo tiempo había cursado en paralelo estudios de Filosofía e Ingeniería. Curiosamente, éste último título, de los muchos que ostentara desde los 25 años en adelante, fue el que perduró hasta en su temprana lápida, aunque haya muerto a unos aparentes 84 años, más allá de las fechas oficiales de nacimiento y defunción: 1925-1965.
Para 1950, Moustache regresa de los Estados Unidos convertido en un respetable Ingeniero Físico. Cuenta con un subsidio del Massachusetts Institute of Technology para montar un laboratorio en San Justo, evidentemente una excentricidad que se le permite al, por otra parte, discreto, brillante y promisorio científico argentino. A partir de allí los pormenores de la investigación de Moustache y su relación con el MIT se hacen difusos, sólo es posible saber que el tema siempre es el mismo: las fisuras temporales o la búsqueda de las variables espacio-tiempo que harían posible unir pasado, presente y futuro. Sólo una cosa pudo saberse del proyecto: que ostentaba entre los entendidos el místico nombre de "El tiempo de Dios", nombre que suma una nueva paradoja si se tiene en cuenta que fue un ateo convencido como Moustache quien le dio vida.
El proyecto parece que naufragó oficialmente por falta de avances que fueran más allá de la especulación teórica, y dicen las malas lenguas que los americanos acusaron a Moustache de haber malgastado el dinero del subsidio en una absurda investigación en el lugar más inapropiado para un trabajo de tales características. El olvido, el oprobio y la mala fama se encargaron del resto. La carrera oficial de Moustache finalizó hacia 1960, cuando la intelligenzia científica local (la internacional ya lo había hecho) le terminó de retirar el saludo. Recluido en su San Justo natal, Moustache consiguió apoyos financieros misteriosos, algunos dicen que eran restos de lo que birlara a los americanos, otros plantean financiamiento soviético a través de la incipiente Cuba castrista, y hasta hay quienes plantean una cuidadosa combinación de ambas. Pero la mayor parte de los que estaban al tanto de la cuestión lo tomaron simplemente por un payaso o un loco, y ni siquiera creyeron que alguna vez El tiempo de Dios haya continuado, a pesar de la existencia de testigos que aún hoy señalen lo contrario.
El Doctor Mariano Caravetta fue colaborador de Moustache entre 1961 y 1965, año del fallecimiento del Ingeniero por causas naturales, aunque muy poco claras. Caravetta aseguraba que en los fondos de la casa de San Justo se construyó un misterioso “gabinete galvanizado” al que denominaban "La ermita", en consonancia con el irónico nombre místico del proyecto. Lamentablemente el propio Caravetta falleció hace algunos años internado en una institución neuropsiquiátrica, lo cual no impide que su hijo Augusto siga sosteniendo hasta hoy en día tanto la historia de EL tiempo de Dios como la cordura de su padre. El hecho en sí es que Caravetta aseguraba que Moustache había logrado viajar por el tiempo, encerrándose en la ermita antes mencionada. El problema, según Caravetti, era que Moustache no había podido hallar todas las variables necesarias para dominar e ingresar al tiempo de Dios, es decir a esa conjunción de coordenadas físicas que hacen posible vivir todos los momentos en uno. Para empezar, Moustache había conseguido solamente viajar "en línea recta", es decir, a través de su propia existencia, de tal modo que se había encontrado siempre con él mismo, primero en el pasado reciente, luego en una época más lejana. Pero siempre viajaba a momentos de su propia vida en los que él estaba presente. No obstante, no pudo establecer ningún contacto, estaba en el lugar como un fantasma. Dos datos más agregan asombro a la historia: el tiempo para el Ingeniero transcurría a mayor velocidad, y él presenciaba todo no sólo más rápido, sino al revés, como una película en reversa. Moustache vio su vida de adelante para atrás, sin poder revertir el proceso, estaba obsesionado con "encontrar la curva en la que el tiempo se replegara sobre sí mismo", y entonces pasado, presente y futuro se volverían uno sólo, en un solo momento que sería la eternidad, El tiempo de Dios.
Por desgracia, y siempre según Caravetta, Moustache se negaba a admitir una evidencia demasiado visible para sus colaboradores: cada vez que salía del gabinete, su apariencia física había envejecido algunos años, si bien nunca se sometió a sesiones de más de dos horas. El resto de sus colaboradores no corrobora la versión de Caravetta, y adscriben a la versión oficial que sostiene que Moustache se sometió a una descarga de rayos desconocidos que le provocaron un envejecimiento celular anticipado, y por consiguiente, la muerte a los 40 años con la apariencia de un hombre de 84, según lo que el propio Moustache terminó por calcular. Esta especie de contraindicación aparente del viajar por el tiempo es, siempre según Caravetta, lo que terminó por impedirle al Ingeniero de San Justo resolver el pliegue que según él lo fusionaría con todos sus otros yo en un solo instante del que él podría regresar al tiempo humano contando con cualquier edad, pero siempre vivo, ya que el rango temporal en el que se estaría moviendo, en principio, excluiría al futuro, o sea, a los años posteriores a 1965, y la sesión de dos horas no era suficiente para abarcar a un pasado anterior a su nacimiento, lo que lo llevaría a no existir.
El joven Moustache fue un alumno universitario precoz y brillante: terminó la escuela secundaria tres años antes de lo normal, e ingresó en la carrera de Física de la Universidad Nacional de La Plata a la edad de 15 años. Completó sus estudios graduándose con honores tan sólo cuatro años más tarde. Investigador de post-grado a los 19 años, Moustache continúo el cursus honoris previsible y se recibió de Doctor en Física a los 22 años. Al mismo tiempo había cursado en paralelo estudios de Filosofía e Ingeniería. Curiosamente, éste último título, de los muchos que ostentara desde los 25 años en adelante, fue el que perduró hasta en su temprana lápida, aunque haya muerto a unos aparentes 84 años, más allá de las fechas oficiales de nacimiento y defunción: 1925-1965.
Para 1950, Moustache regresa de los Estados Unidos convertido en un respetable Ingeniero Físico. Cuenta con un subsidio del Massachusetts Institute of Technology para montar un laboratorio en San Justo, evidentemente una excentricidad que se le permite al, por otra parte, discreto, brillante y promisorio científico argentino. A partir de allí los pormenores de la investigación de Moustache y su relación con el MIT se hacen difusos, sólo es posible saber que el tema siempre es el mismo: las fisuras temporales o la búsqueda de las variables espacio-tiempo que harían posible unir pasado, presente y futuro. Sólo una cosa pudo saberse del proyecto: que ostentaba entre los entendidos el místico nombre de "El tiempo de Dios", nombre que suma una nueva paradoja si se tiene en cuenta que fue un ateo convencido como Moustache quien le dio vida.
El proyecto parece que naufragó oficialmente por falta de avances que fueran más allá de la especulación teórica, y dicen las malas lenguas que los americanos acusaron a Moustache de haber malgastado el dinero del subsidio en una absurda investigación en el lugar más inapropiado para un trabajo de tales características. El olvido, el oprobio y la mala fama se encargaron del resto. La carrera oficial de Moustache finalizó hacia 1960, cuando la intelligenzia científica local (la internacional ya lo había hecho) le terminó de retirar el saludo. Recluido en su San Justo natal, Moustache consiguió apoyos financieros misteriosos, algunos dicen que eran restos de lo que birlara a los americanos, otros plantean financiamiento soviético a través de la incipiente Cuba castrista, y hasta hay quienes plantean una cuidadosa combinación de ambas. Pero la mayor parte de los que estaban al tanto de la cuestión lo tomaron simplemente por un payaso o un loco, y ni siquiera creyeron que alguna vez El tiempo de Dios haya continuado, a pesar de la existencia de testigos que aún hoy señalen lo contrario.
El Doctor Mariano Caravetta fue colaborador de Moustache entre 1961 y 1965, año del fallecimiento del Ingeniero por causas naturales, aunque muy poco claras. Caravetta aseguraba que en los fondos de la casa de San Justo se construyó un misterioso “gabinete galvanizado” al que denominaban "La ermita", en consonancia con el irónico nombre místico del proyecto. Lamentablemente el propio Caravetta falleció hace algunos años internado en una institución neuropsiquiátrica, lo cual no impide que su hijo Augusto siga sosteniendo hasta hoy en día tanto la historia de EL tiempo de Dios como la cordura de su padre. El hecho en sí es que Caravetta aseguraba que Moustache había logrado viajar por el tiempo, encerrándose en la ermita antes mencionada. El problema, según Caravetti, era que Moustache no había podido hallar todas las variables necesarias para dominar e ingresar al tiempo de Dios, es decir a esa conjunción de coordenadas físicas que hacen posible vivir todos los momentos en uno. Para empezar, Moustache había conseguido solamente viajar "en línea recta", es decir, a través de su propia existencia, de tal modo que se había encontrado siempre con él mismo, primero en el pasado reciente, luego en una época más lejana. Pero siempre viajaba a momentos de su propia vida en los que él estaba presente. No obstante, no pudo establecer ningún contacto, estaba en el lugar como un fantasma. Dos datos más agregan asombro a la historia: el tiempo para el Ingeniero transcurría a mayor velocidad, y él presenciaba todo no sólo más rápido, sino al revés, como una película en reversa. Moustache vio su vida de adelante para atrás, sin poder revertir el proceso, estaba obsesionado con "encontrar la curva en la que el tiempo se replegara sobre sí mismo", y entonces pasado, presente y futuro se volverían uno sólo, en un solo momento que sería la eternidad, El tiempo de Dios.
Por desgracia, y siempre según Caravetta, Moustache se negaba a admitir una evidencia demasiado visible para sus colaboradores: cada vez que salía del gabinete, su apariencia física había envejecido algunos años, si bien nunca se sometió a sesiones de más de dos horas. El resto de sus colaboradores no corrobora la versión de Caravetta, y adscriben a la versión oficial que sostiene que Moustache se sometió a una descarga de rayos desconocidos que le provocaron un envejecimiento celular anticipado, y por consiguiente, la muerte a los 40 años con la apariencia de un hombre de 84, según lo que el propio Moustache terminó por calcular. Esta especie de contraindicación aparente del viajar por el tiempo es, siempre según Caravetta, lo que terminó por impedirle al Ingeniero de San Justo resolver el pliegue que según él lo fusionaría con todos sus otros yo en un solo instante del que él podría regresar al tiempo humano contando con cualquier edad, pero siempre vivo, ya que el rango temporal en el que se estaría moviendo, en principio, excluiría al futuro, o sea, a los años posteriores a 1965, y la sesión de dos horas no era suficiente para abarcar a un pasado anterior a su nacimiento, lo que lo llevaría a no existir.
Su hijo Augusto cuenta que su padre no estaba loco porque un demente jamás podría haber muerto diciendo una cosa tan coherente. En su aparente delirio final, Caravetta miró al vacío diciendo: “Ahora comprenderá Usted, señor Ingeniero, por qué no pudo en este lado del tiempo alcanzar el pliegue del tiempo de Dios. Si hubiera comprendido lo que San Agustín escribió, hubiera entendido no sólo que los mortales no pueden alcanzarlo, sencillamente porque el pliegue es la muerte. Pero, en fin, deberemos continuar esta discusión en otra parte”. Y entonces, él también se entregó a la eternidad. Augusto Caravetta, quien de niño conoció muy bien al Ingeniero Aldo Moustache, sostiene que este era tan científicamente obstinado que si las últimas palabras de su padre se cumplieran, seguramente el ateo científico no daría el brazo a torcer, convencido de que ningún imperfecto dios humano forjado por la deficiente aunque brillante especulación también humana iba a venir a opacarle la gloria de su inmenso descubrimiento científico.
Desafortunadamente, quiso el azar, el destino o quizás el mismo Dios, que creer o no en esta historia termine siendo sólo una cuestión de fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario