Alberto Lidoro Pérez se llamaba. Lo de Ulises fue una premonición quizás cruel de Luis María Raffetti, profesor de Matemáticas del Comercial n°8, en 1er año. La clase estaba en silencio, siguiendo la explicación. Lidoro (así le llamábamos todos) estaba claramente distraído, haciendo dibujos que no eran apuntes. Raffetti iba por la explicación del cuarto paso de una operación de suma algebraica, Lidoro dibujaba de memoria el escudo del Club Atlético Nueva Chicago en su carpeta, pero no le salía. De pronto la cavernosa voz de Raffetti se vio superada por el tremendo sonido de una sirena que provenía de la calle, quizás de los bomberos. Lidoro se sobresaltó tanto, que sin querer tachó el escudo de Nueva Chicago, pegó un salto que corrió el pupitre haciendo crujir las patas de hierro contra el piso de madera del salón, y quedó mirando aterrado al profesor, quien percibió todo el movimiento de inmediato. Dueño de la situación, tras un fugaz silencio expectante, Raffetti sentenció:
- Pérez, parece que usted es como Ulises, el de La Odisea: lo atrae el canto de las sirenas.
Y cómo todos conocíamos el episodio homérico (menos Lidoro, por supuesto), estallamos en risas, sorprendidos de la ocurrencia literaria de un profesor del área de exactas, quien, dicho sea de paso, se ganó el respeto entre el alumnado por su nutrida cultura general.
La cuestión fue entonces que le tuvimos que explicar a Lidoro en el recreo de qué se trataba la cosa, y a él le encantó adoptar el nuevo nombre. También le contamos lo de cómo Ulises deformó su nombre ante el cíclope. "Nadie, mi nombre es nadie", repetía el nuevo Ulises entre nuestras risas que lo incentivaban. A partir de allí, todo el mundo, en los casi cinco años de secundaria que quedaban, llamó Ulises a Lidoro, y él fue armando al personaje. Vago como pocos, pasó por la escuela estudiando casi nada y sin molestar a nadie. En los últimos años, es cierto, cuando volvimos a tener a Raffetti, éste reconoció que el nuevo Ulises tenía cierta aplicación en las matemáticas, se interesaba por la estadística, y había adquirido habilidades para el cálculo mental. Parece que la voz cundió entre otros profesores, quienes al menos cambiaron el concepto, y consideraron a Ulises como un alumno limitado, aunque esforzado. La piedad pedagógica no tiene a veces límites, y Ulises se recibió de Perito Mercantil un par de años más tarde que todos nosotros, pero se recibió.
Ah, sí, sí, lo de por qué fue premonitorio lo de Raffetti, claro. A Ulises lo atrapó el canto de las sirenas, de las sirenas de la policía. Se esmeró en dibujar hasta probar suerte como falsificador. Esa vez estuvo cerca de caer. Después dicen que se abocó a la estadística, parece que para aplicarla en estafas. Le fue bastante bien con una falsa agencia de cambio, según cuentan. Y esa vez no se salvó. Estuvo un par de años, salió y volvió a las andadas, siempre atraído por el canto de las sirenas, aunque parece que escapando de ellas con suerte dispar, como el de La Odisea..
No creo que alguna vez haya tomado muy en serio lo que le quiso decir Raffetti, ni que Raffetti, si vive, recuerde lo que alguna vez le quiso decir a él, pero como sea, la profecía se cumplió: a fin de cuentas, los oráculos antiguos eran misteriosos y siempre se concretaban de los modos más insólitos.
Ilustración: Rodrigo Acuña
12 comentarios:
Un personaje de lo más rico e interesante tu Lidoro Ulises Nadie.
Me encantó esta historia.
Sabes,Alejandro, cómo me gustan estas historias?
De pibe coleccionaba los textos que publicaba Abel Santa Cruz (en Paturuzito, creo) con el nombre de "Recuerdos escolares del Dr. Lepido Frías". Más cancheras que las de Miguel Cané, así, como esta de Ulises.
Un abrazo, sobrinón
Hasta luego
Muy bueno, Alejandro. Y me gusta cómo sigue la línea que podríamos llamar ya tradicional de los grandes, muy grandes de tu país.
Un abrazo también muy muy grande.
Me alegro que te haya caído bien este Ulises Nadie, tipo de bajo perfil y silencioso empeño. Hablando de eso, aprovecho la ocasión para desearle a través tuyo buena fortuna a la celeste, para que se clasifique primera (igual que nosotros) y no la encontremos antes de tiempo. Palpito un mundial para los equipos latinoamericanos.
Perdone la digresión, me distraigo como Lidoro Ulises, aunque con el sonido de las molestas vuvuzelas.
Un abrazo.
¡Qué bárbaro, no conocía el dato de Abel Santa Cruz! Esas son las perlitas que me encantan de los tiempos de tu infancia, tiempos de radioteatro, historietas y "biógrafo" a veces.
Y es cierto, Juvenilia vendría a ser un "Rebelde Way", pero versión Generación del '80, ¿no?
Abrazo grande, tiovivo.
¡Epa, Bel! Lo de los grandes de mi país me queda, precisamente, grande, aunque no me deja de resultar grato que encuentres algo de ellos en mí. Pero lo más reconfortante, es que debe ser el cariño lo que te hace ver tanto. Eso es lo que más me gusta, porque eres una amiga muy querida de esta casa, y lo más hermoso es que vuelvas a dejar tus palabras por acá. De todos modos, como el cariño es mutuo, aún sabemos que el silencio no es siempre ausencia: siempre se siente el aliento cercano de esos a quienes siempre sentimos cerca. Y ese es tu caso. Un grandísimo abrazo .
Me gustó eso de "la piedad pedagógica no tiene límites".
Qué cierto que me suena, especialmente a lo que está referido en el cuento.
Un abrazo.
Loa alumnos como Ulises son los mimados de la piedad pedagógica, quizás porque es una manera de autojustificarse, o porque los Ulises ganan por simpatía ("no molestan") o por cansancio. Y la paciencia es tambi+en la virtud de los estafadores.
Un abtazo
Yo había dejado ayer aquí un comentario interesante. Ahora sé que no va a ser igual ni el mismo. Evidentemente he salido de tu página antes que el enter entrara mis palabras.
Después vuelvo porque voy a leer tu relato de nuevo. Por ahora te dejo mi saludo.
Gracias Flaca, veo que no soy el único al que le pasa eso de dejar comentarios y luego perderlos. Te espero acá, con el mate a mano. Un abrazo.
Un Ulises bastante mal parido...:)
me encanta este tipo de historia; breve, intensa, y que despierta la imaginación del lector
Un placer Goliardo!
Con el abrazo de siempre
espero las próximas entregas!
Sí, sí, Claudia, un zorro el Ulises este, pero después de todo, el de Homero también se las traía, aunque fuera un esposo leal (ni fiel ni casto) y un padre devoto.
Agradezco que aprecies el relato breve, para mí es un verdadero logro ¡Soy largo hasta para los mensajes de texto!
Más y más abrazos, con la alegría de siempre de recibirte en esta casa.
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