Un cuento al estilo Fontanarrosa como para coronar la fiebre mundialista y matizar la espera. Perdón por la extensión, intentaré ensayar una versión abreviada (¿llegará a la categoría de plagio, como para La Cofradía?).
Al Negro Leiva no le gustaba el fútbol. No le molestaba, le era indiferente, quizás por eso, a pesar de ser un buen tipo, nunca terminamos de hacer una verdadera amistad con él. De algún modo, con los muchachos del barrio nuestros vínculos ruedan y rodaron siempre alrededor de una pelota: nos encontramos los jueves a la noche a jugar un partidito nocturno en el club, o nos juntamos los domingos a mirar los partidos del campeonato, o nos vemos los fines de semana para hacer un asado en la quinta del Pato Sánchez (que se ganó ese apodo en la primaria porque atajaba como Fillol), o arreglamos para ir a la cancha cuando podemos. También nos encontramos en La Orquídea a tomar un café y charlar desde hace más de veinte años, y fue ahí que lo conocimos al Negro Leiva, una vez que vino con Juanjo. Al Negro le gustaba mucho la música, el tipo sabía una barbaridad de Los Beatles, de Rock Nacional y hasta incluso de cine italiano. Llegamos a escucharlo y a convocarlo de árbitro para alguna discusión musical, pero no solía ser nuestro tema. Para colmo, el Negro era medio corto para el trato, salvo cuando entraba en alguna materia que le interesaba, entonces no paraba de hablar hasta aburrirnos a todos. Pero como fuera, el Negro siempre andaba por ahí, cerca nuestro, callado, como aburriéndose de nuestras conversaciones.
.
Para cuando empezó el mundial de México, en el '86, teníamos entre 18 y 20 años, y y sabíamos de sobra que al Negro el fútbol no le iba para nada, por eso, cuando Juanjo lo llevó a lo del Pato Sánchez a mirar el partido Argentina-Inglaterra, todos nos sorprendimos. "Insistió en colaborar con la picada", se excusó Juanjo al llegar, y el dueño de casa se contuvo por educación de reprocharle haber roto la sagrada cábala de juntarse los mismos, siempre en la misma casa (la de la mamá del Pato), y hasta sentarse en el mismo lugar y en la misma posición.
Durante el partido, el Negro no dijo nada, ni una palabra, sólo comía la picada, hasta un rato antes del primer gol de Maradona, el de la "mano de dios". Lo que entonces dijo el Negro fue más que significativo, pero sólo lo comprendimos unos días más tarde: mientras masticaba unos palitos salados, muy en calma, el Negro disparó: " A ver si nos dan una manito de arriba". Cuando el Pato , cuarenta y ocho horas más tarde se acordó e hizo la asociación, todos lo desestimamos por casual, pero Pablo creyó recordar que luego del primer gol, el Negro habría dicho, en medio de nuestros gritos eufóricos "Éste no es nada, esperen a ver el próximo". Nadie más que Pablo había escuchado eso por lo cual lo acusamos de borracho.
Como fuera, la primera frase bastó para que invitemos al Negro, por cábala, a ver el partido contra Bélgica. Mientras nosotros nos mordíamos los codos en los minutos previos, el Negro estaba otra vez muy tranquilo y nos dijo radiante de felicidad:
- No se preocupen, muchachos, Argentina sale campeón, juega la final contra Alemania, y si bien el partido fue difícil, un gol sobre el cierre nos dio el campeonato.
En ese momento nadie advirtió el extraño uso de los tiempos verbales que hacía el Negro.
-Para jugar contra Alemania, primero hay que ganar este -le dijo el Vasco Mendiguren un poco fastidiado de que alguien que no sabía nada de la compleja ciencia futbolística emitiera un pronóstico con semejante autoridad.
-Este ya está ganado -replicó el Negro-; golazo de Maradona.
-Pará Vasco, no digas más nada -intervino Pablo-, acordate lo que el Negro dijo la vez pasada.
Empezó el partido, todos callamos y sufrimos, hasta el gol tranquilizador. Pero esta vez la diferencia fue que mientras festejábamos el tanto imposible de Maradona, (cruzado y sin ángulo, a la carrera, parecido al que le había hecho a Italia), todos miramos al Negro como pidiendo una explicación. Al final del partido, el comentario era inevitable. El Negro dio algunos rodeos, y finalmente habló con vergüenza, como si confesara un delito:
-Muchachos, yo les pido que no se burlen ni cuenten nada de lo que les voy a decir, pero hay cosas que todavía no pasaron, que yo sé que van a pasar. Es como si me viniera un recuerdo a la cabeza, una imagen. No es algo que me ponga contento, porque suelen ser cosas malas. La primera vez fue de chico, cuando tenía ocho años, fue horrible. Iba con mi vieja por la calle, y vi cómo un auto atropellaba a un hombre, que voló unos metros por el aire. Unos segundos antes, cuando estaríamos a una media cuadra del lugar en donde vi el accidente, mi vieja se acuerda perfectamente que me detuve, le tiré la mano para atrás y grité. Y yo me acuerdo que fue porque me vino el recuerdo de lo que estaba por pasar. Yo digo que son recuerdos porque estoy convencido de que el tiempo es circular, las cosas se repiten una y otra vez, simplemente porque el tiempo no tiene ni fin ni principio, es infinito y da vueltas en círculo ¿Ustedes nunca tuvieron un deja vu, escucharon hablar de eso?
Asentimos en silencio, el Negro había captado nuestra hipnotizada atención. Prosiguió:
-Bueno, dicen que son recuerdos de lo que ya vivimos que se nos filtran. A mí me ocurre eso, pero de otro modo. El común de la gente se acuerda una vez que el momento se repite. En cambio, a mí me pasa al revés, yo me acuerdo antes. El otro día, cuando mirábamos el partido, recordé el gol de Maradona con la mano. Recordé todo lo que se dijo después. Y cómo no me iba a acordar del segundo gol, lo volví a ver en mi recuerdo, se ve que me quedó grabado por lo espectacular, aunque yo no entienda nada. Eso me llevó a algo que nunca me había pasado antes: recordé todo hasta varios días adelante. Por eso sé que Argentina le ganó, es decir, le va a ganar a Alemania en la final.
No sabíamos qué decir, pero los pronósticos del Negro se venían cumpliendo. Nos juramentamos no contar nada, no tanto por cumplir con la voluntad del Negro de mantener el secreto, sino por cábala. Pero cuando Argentina salió campeón, lo levantamos al Negro en andas, lo sacamos a la calle, y ante todo el vecindario eufórico en la plaza, festejando ajeno y desatento al hecho sobrenatural, lo declaramos al Negro el adivino del barrio.
Debo decir que no sirvió de mucho su extraña facultad, ya que no conseguimos que nos alertara de nada importante en los años que siguieron. Le preguntábamos sobre la economía o el precio del dolar, sobre el resultado de las elecciones, sobre la desocupación, y él siempre respondía "no me acuerdo". Pero la racha adivinatoria continuó durante el mundial '90, cuando el negro vaticinó que Argentina llegaría a la final (y nosotros malinterpretamos que seríamos campeones otra vez). Lo significativo fue que lo dijo en el partido inaugural, el que perdimos contra Camerún. Asumimos entonces que cuando el Negro pronosticaba, no fallaba, y esto ocurría con el fútbol, durante los mundiales.
A decir verdad, entre campeonatos, mucha relación no teníamos con el adivino del barrio: a él seguía sin gustarle el fútbol, y a nosotros nos pasaba lo mismo con el cine español, los libros de Nietszche y la música brasileña, las nuevas pasiones del Negro. Pero para el '94 lo invitamos a ver los partidos del mundial a mi casa ( ya no en lo de la vieja del Pato, ya que éste se había casado y la esposa no aguantaba la muchedumbre mundialista). "Se rompió la cábala", fue todo lo que dijo nuestro adivino, y cuando le preguntamos cómo nos iba a ir, dijo con cara de médico que da un mal diagnóstico "mal". La eliminación tan triste, con el escándalo de Maradona incluido, llevó a alguno de los muchachos a echarle la culpa al Negro, que no podía "no acordarse" de semejante eliminación. Dejamos de verlo nuevamente, hasta que alguien se acordó de él para el ´98, pero resulta que se había mudado, y nada supimos de él para el 2002.
Unos pocos días antes del comienzo del mundial 2006 me lo encontré al Negro por la calle. Con el tiempo uno se va acordando de las cosas buenas que vivió con alguien, y al verlo al Negro, me acordé de los gloriosos partidos del ´86. Le dí mi teléfono, quedamos en arreglar para retomar el rito mundialista. El negro se excusó, diciéndome que yo ya sabía que el fútbol no era definitivamente lo suyo, pero lo convencí diciéndole que era cábala.
-Está bien -dijo entusiasmado-, yo voy, pero no va a resultar la cábala porque el campeón va a ser Italia, aunque Argentina va a repetir la final del '86 y del '90, contra Alemania.
Cuando le pregunté cómo era aquello, que si Argentina llegaba a la final, cómo era posible que salga campeón Italia, él me respondió con pesar "es que no me acuerdo bien, y además sigo sin entender de fútbol".
Al comentar con los muchachos que había encontrado al Negro por la calle, todos estuvieron de acuerdo en invitarlo, como en los buenos tiempos. En realidad, todos menos el Vasco, que ahora decía no sólo que el Negro no era adivino, sino que además de mentiroso era mufa.. Le hicimos ver que en el '86 nos había dado los pronósticos exactos.
-La pegó-retrucó el Vasco-, porque no sabe nada, es un chanta, fijate que ahora dice cosas incoherentes.
-Pero las otras veces, contra Alemania en el '90...
-No ves que la pega porque no entiende nada. Lo único que sabe es que Argentina jugó en algunos mundiales contra Alemania. Si te lo hubieras encontrado en el 2002 te decía lo mismo, y no se hubiera dado, como tampoco se va a dar ahora.
El escepticismo del Vasco se nos contagió a todos, y finalmente no lo invitamos. En la amargura de la eliminación, el Pato le recordó al Vasco el pronóstico del Negro: "se repite la final: se volvieron a enfrentar". ¿Qué pasaría entonces si salía campeón Italia? Finalmente, el tiempo le dio la razón al poder sobrenatural del Negro.
Otra vez pasó un mundial, pero esta vez la cosa fue bien distinta. El Vasco estaba completamente inmerso en la mística de las coincidencias entre el mundial ´86 y el 2010. Los demás queríamos puentear el río embravecido de la angustia, y creyendo ciegamente en nuestro adivino, decidimos que haríamos lo que fuera por tenerlo con nosotros. Lo llamé al teléfono que tenía y me atendió una mujer que me dijo que el señor Leiva se había mudado, había comprado una casa en las afueras de la ciudad, en un barrio privado. Le pregunté si tenía el número y me dijo que sí, pero que no me daba seguridad de encontrarlo porque tenía entendido que estaba por viajar a Sudáfrica. Anoté el número sin querer preguntar más para no ser indiscreto, aunque intrigado por la casualidad. Ahora oprimía mi corazón la posibilidad de no tenerlo al Negro con nosotros, como en el '86 ¿Quién lo iba a aguantar al Vasco? ¿Cuántos nudos en el pañuelo iba a hacer Pablo? ¿Cuántas promesas iba a agregar Juanjo para contrarrestar el mal presagio que la ausencia del adivino implicaría? Agradecí apurado a la mujer, y llamé de inmediato al número que era mi última esperanza. Sonó tres veces, y del otro lado atendió la mágica voz del Negro Leiva.
-Yo sabía que no me equivocaba- me dijo-, me acordaba de que vos me llamabas.
Casi en un ruego, con un nudo en la garganta, le supliqué que nos acompañara a seguir los partidos de Argentina en el mundial de Sudáfrica. Otra vez nos juntaríamos en la antigua casa de la madre del Pato, que ahora él había heredado, y como se había separado de esa mujer a la que no le gustaba recibir a los muchachos para ver el partido, ahora podíamos juntarnos de vuelta, como en los viejos tiempos.
-Todos trabajamos cerca de lo del Pato, y podemos pedir permiso en el trabajo para ir a ver el partido y volver... No sé si vos podrás...
Su respuesta me dejó sin palabras:
-Vos sabés que a mí el fútbol nunca me interesó, pero desde que nos empezamos a reunir con ustedes en el ´86, le empecé a prestar atención, y algún tiempo después recordé el por qué. Por lo visto, sólo me quedan en la memoria de esta vida que viví una y mil veces, los hechos traumáticos: aquél accidente que ví en la infancia, la muerte de alguien querido, el día que me abandonó mi ex mujer. Imaginate que es terrible saber que lo malo va a pasar con anticipación, aunque no sabés exactamente cuándo. Pero hay algo que jamás les dije: nunca fui un tipo de tener muchos amigos con los cuales reunirme, quizás por esta misma razón, por no poder afrontar lo siniestro que es el hecho de saber las desgracias venideras de uno, para qué sumar ahora las de otros. Pero el creciente entusiasmo de aquél mundial que no me interesaba, me llevó sin querer a vivir la alegría por anticipado por primera vez, y el compartir esa emoción hizo de ustedes lo más parecido que tuve a un grupo de amigos. Por lo visto, el recuerdo de aquél mundial fue algo tan feliz, que el contagio de esa euforia ajena hizo que me sintiera parte de algo único, y por eso lo recordé tan claramente, antes de que ocurriera. Después de cada mundial nos distanciamos, y entonces yo volvía siempre a mi universo, sin interesarme por nada del mundo que me rodeaba, excepto mis propios intereses. Hasta que un buen día, recordé que podía recordar hechos del fútbol porque si bien no me interesaba, el hecho de compartir la alegría con los amigos, lo transformaba en algo personal, algo emocional, digamos. Allí estaba la clave se trataba simplemente de que uno recuerda las emociones fuertes. Si tenés la posibilidad, como en mi caso, de recordar lo que ya viviste en otra vuelta del tiempo, entonces de lo que se trata es de meterse en emociones fuertes, para recuperar la memoria, para "adivinar".
Hizo una pausa larga y pude escuchar claramente un suspiro. Pensé que se quebraría, acababa de confesar que habíamos sido en su vida lo más párecido a un grupo de amigos, y que eso le había dado sus poderes adivinatorios. Luego del suspiro, prosiguió:
-¿Sabés lo que pasa Marito? Lo que pasa es que de todo esto me acordé cuando caí en la cuenta de que el grupo de gente a los que yo creía mis amigos, se acordaba de mí sólo para que les tire los resultados del piojoso mundial de fútbol que si no fuera por semejantes ingratos, a mí me interesaría un rábano. Pero así y todo, yo seguía esperando que me llamen, porque me gusta recordar cosas buenas, porque me gusta compartir la felicidad de otra gente...
Finalmente me quebré yo:
-Perdonanos, Negro, somos una mierda -le dije.
-No creo que sea para tanto- me respondió-, y no creo que tenga nada que perdonar. Por el contrario, creo que tengo que agradecerles...
En este punto, no supe si el Negro estaba siendo sarcástico. Aún ahora no lo sé.
-Fue tan grande la decepción que sentí cuando ni me llamaron para el mundial pasado, tan grande, que de inmediato recordé qué fue lo que hice las otras mil veces que viví esta vida. Como durante estos años me dí cuenta de que si bien el fútbol no me gusta tengo una cierta facilidad para retener datos, me aboqué a eso, y el resultado fue que empecé a pronosticar profesionalmente. Eso sí que es una emoción fuerte, que no se olvida. Me conecté con agencias de apuestas locales, que primero no me creyeron, como ustedes al principio, pero a los pocos días me besaban los pies. Ahora me tengo que ir a Sudáfrica, a recordar el futuro para agencias internacionales. Me pagan muy bien, así que no creo que puedan tenerme como cábala. Decile al Vasco que no se ponga mal y que no se tome tan al pie de la letra lo de las coincidencias, aunque...-se interrumpió. No puedo hablar de eso, ahora es información reservada, y vale millones. Quizás sea en el próximo mundial, pero la verdad es que ahora no me acuerdo si me acordaba de eso, es demasiado tiempo y las cosas van surgiendo por asociación. Ahora por ejemplo, me acuerdo de que mañana tengo que viajar, y me voy a quedar dormido y casi voy a perder el vuelo. Eso me lleva a una cadena de hechos asociados que me permiten saber quién fue el campeón del mundial. Y también me acuerdo que tuve ganas de decírtelo y no lo hice para no perder millones, ¿Me entendés?
-Si Negro, claro...
Seguimos conversando un rato, pero ahora soy yo el que no recuerda qué dijimos, porque mi mente se disparó a cuestiones más terrenales. Nos despedimos amigablemente, aunque en realidad, en el momento tuve ganas de mandarlo al carajo. Después lo pensé mejor, y ahora me parece bien que el Negro se haga rico en Sudáfrica y nosotros no sepamos qué va a pasar el domingo contra Alemania. Después de todo ¿a quién le interesa conocer el final de una novela? Por eso nunca nos entendimos con el Negro, el pobre no entiende que lo mejor del fútbol para el hincha es, precisamente, el no saber cómo va a salir el próximo partido.
9 comentarios:
Me atrevo a comentar primero yo mismo, para decir que a este cuento lo tenía desde hacía días en mente, jugando con la posibilidad de imaginar un personaje que predijera el futuro (cosa que es fácil hacer cuando el futuro es pasado), y a la vez amagar con la predicción del inminente futuro real e inmediato. Terminó costando y saliendo demasiado largo, quizás para narrar muy poco. A la vez, se comprende que algunos estén saturados de fútbol, pero bueno, esto me agarra cada cuatro años, nada más.
Por eso, no tengan vergüenza en denostarlo, si creen que lo merece. De todos modos, siempre las lecturas de los demás encuentran cosas que uno ni había pensado. De ser así, quizás el cuento tenga algún valor gracias a ustedes. Que les sea leve.
Bueno macho, aquí estoy, segundo en comentar. Me encantó el cuento. Mucho.Claro, con lo motivado que estás tenía que salir algo bueno.
Lástima que el negro Leiva en cierto modo te mandó a cagar, si no, te hubiera pedido el teléfono del loco para ver qué carajo va a pasar mañana con Uruguay y Ghana.
No se puede más de la ansiedad Goliardo. Va a ser un fin de semana de mierda, pero inolvidable. No apto para cardíacos. Por qué mierda por estas tierras nos tomamos así esto de la globa.
Un amigo con el que yo solía ver los partidos mundialistas me echó de la casa porque una vez que estuve, Bélgica o Dinamarca, ya no me acuerdo, nos metió 6. Nos juntamos, pero nunca más volvimos a ver juntos un partido.
A Uruguay-Méjico lo vi solo en casa, y así pienso ver a los próximos, aunque ese plural sea una ilusión.
Y bueno, los brasuca y nosotros nos sacamos la duda mañana. Ustedes tienen que aguantar un poco más.
Pero ojalá que los yoyega, los holandeses y los germanos se vayan para la casa. Nosotros ya sabemos que con Brasil perdemos, pero no nos queremos quedar sin el placer de hacerles partido. Y salir cuartos, que para el paisito sería un milagro.
Un abrazo y lo mejor para ustedes...
y para nosotros.
¡Santi querido! En realidad hay una cosa que me está gustando de estas horas que estamos viviendo los sudamericanos: la ilusión de una semifinal con cuatro de los nuestros, y que los europeos empiecen a pensar seriamente que la cosa esférica se inclina para este lado del mundo.
Es cierto que después la parte fea es que sólo uno será campeón, pero qué bueno es poder soñarnos los cuatro allá arriba. Hoy decíamos
con Naty, mi nuera yorugua, que de las posibilidades que uno sueña, la mejor es Brasil cuarto, para que no sea tanto afano. La final soñada (que no me deja para nada tranquilo) es Uruguay-Argentina, desde ya, y te juro que para nosotros un subcampeonato abajo de ustedes sería un final digno, con tal de darnos el gusto de que ustedes sean nuestro vengador (todavía me duele cómo nos pasaron por arriba los brazuca, siendo nosotros locales).
Y más allá de todo, agradezco la paciencia de haber leído este ladrillazo cabulero, con lo reconfortante que es saber que del otro lado del gran río hay gente que se fue metiendo como uno en esta épica mundialista, y que las cosas se dieron como para ir compartiendo el sueño juntos. Descontá que mañana viernes, a las 15.30, hora local, estaremos haciendo fuerza por Uruguay, palpitando nuestro duelo, unas horas después.
Quedate tranquilo con Uruguay, que aunque sufriendo, va a dar alegría a su gente. Al menos eso me dijo el Negro Leiva con un pie en el avión. No sé si me estaba jodiendo, ya veremos.
Un abrazo, y que se dé lo mejor para todos.
Rebueno, Buenazo el cuento y aunque parezca a primera impresión poco creible, Yo creo que al Vasco no le caia el Negro, por que al negro no le gustaba el futbol y en verdad es feo ver el futbol con alguien al que no le gusta el futbol. Me hiciste recordar que el otro día mi hijastro me jodio un partido en la noche, al cantarme con malicia el resultado, a sabiendas que yo lo estaba disfrutando.
He leido que si campeona Argentina, todos se toman una foto en pelotas en el obelisco, de veraz que todo el mundo los celebraría a mares jajajaja....
Respecto a eso del futbol que se quede en tal continente, yo no me lo compro. Que la copa quede con el pais que nos regale el mejor futbol, aunque sea un partido.
¿Ye parece?´...ayer vi por la tele al hijo de Grondona que debe ser discípulo del Negro Leiva. Dijo nada más "creo que Holanda le va a ganar a Brasil"....Cuando comenzó el partido y Brasil se comía crudos a los naranjas pensé "cómo se equivocó Grondonita" jajajajaja
"Eso es lo lindo del forbal", según Chochi Spattaro que la sabe lunga.
Abrazo, sobrinón ...y mucha merde para domani! Otra joyira Goliarda, de colección.
Es cierto, Rolando, el Negro finalmente era algo así como uno que ya vio el partido y te dice cómo salió ¡Odioso! El vasco tenía razón en tenerle recelo.
Lo del strip tease colectivo yo también quiero verlo, y es buen motivo para hinchar por nosotros. Lo de la clasificación sudamericana ya no es posible, se cayó Brasil, pero después de ver hoy a Uruguay...¡Por Dios, lo nuestro es sufrir y ganar poniendo el alma! Yo no lo dudo, hermano, voy por Argentina porque soy argentino a muerte, pero si no, voy por Uruguay por temple, y tercero por Paraguay (a quien espero que le vaya bien contra España, y que seamos nosotros quienes los eliminemos), por sentimiento latinoamericano. Insisto: final soñada: Argentina-Uruguay.
Y ahora que se cayó el "jogo bonito" de Brasil ¡Por quién te queda hinchar, amigo Rolo?
Un abrazo continental.
Tiovivo querido, acabo de ver el partido de Uruguay, y me quedé disfónico, además de estar como si me hubieran dado una paliza ¡Y nosotros todavía no jugamos! Habría que preguntarle a Gondonita cómo ve a Argentina, pero por lo pronto, la certezade que Brasil no será el próximo campeón es un alivio. Eso sí, tampoco quiero un campeón europeo, así que tendremos que hacer el sacrificio de tratar de salir campeones ¡Arriba Argentina, salga lo que salga!
HERMANO:
Dios te oiga. Mañana estaremos con ustedes a muerte, no quiero ni pensar en que gane Alemania.
Y vamo arriba, que la garra no es charrúa solamente, es una cuestión de latitud-longitud.
A poner güevo, que se puede.
Un abrazo. Mañana soy albiceleste.
Sólo mañana , eh.
Santi, te tendría que hacer la crónica de cómo vivimos este partido de Uruguay, de alguna manera nos hizo recuperar la mística del fútbol rioplatense, la poética del potrero, que otros no entienden, y que creo que a veces es el plus que te lleva más lejos de lo que la técnica o la estrategia permitirían. Aplaudo la leal mano de Suárez, que en esta batalla metafórica que es el fútbol significó ofrendar su vida (hacerse expulsar) para que el equipo sigo vivo. Después, el oficio de los penales, que no es simple azar (nuestros rivales de mañana, el mundial pasado, nos dejaron afuera porque tenían una listita con detalles de cómo pateaba cada uno de los nuestros). Estoy sin voz, no sé cómo llego a mañana. Y mi esposa está igual, y mi hija, y mi hijo por su novia uruguaya, y Naty que se quiere ir para Montevideo, y no sabe qué hacer si la final es Argentina-Uruguay. Sería chivo, pero realmente, hoy te digo que no me importaría perder esa final, con tal de llegar. Creo que a diferencia de Brasil, Argentinos y Uruguayos aprendimos a valorar la "derrota con entrega", es decir, a valorar un cuarto puesto o un subcampeonato. También afirmo que si pasamos de mañana yo ya estoy hecho, aunque llegar a la última instancia no sería para despreciar.
Ojalá que Argentina y Uruguay vuelvan con justicia a los primeros planos, porque asigún viene la baraja mayor, es la metáfora que nos queda.
Un abrazo, más hermanado que nunca.
¡Vamo arriba la(albi)celeste!
Publicar un comentario